martes, 10 de noviembre de 2015

LA HISTORIA DEL EDÍPICO EDDIE PO

“Edipo y la Esfinge", François Émile Ehrmann (1903)


Hace muchos, pero muchos... días, El Rey de Tebas y su esposa, Yocasta, tuvieron un hermoso hijo. Edmonton. Era una mañana hermosa en aquella ciudad y mientras tomaban el café, don Rey se puso a leer El Espectador. Se aprestó a leer: “Tauro, hoy te espera una gran sorpresa. Geminis, ten cuidado con los hombres rubios. Cáncer, hoy es un excelente día para hacer negocios. Enciende muchas velas blancas". Se detuvo en Leo, que era el signo de su pequeño hijo. Y casi se atora cuando lee: tus padres deben tener cuidado, pues serás un incestuoso y un parricida. El rey siente una bolita que le sube y le baja, piensa que es su bilirrubina y decide que ya no quiere ser papá. Llamó a su psicoanalista Sigmundós Freudópolus, éste le dijo que su hijo sufriría el complejo, "de... ¿Cómo se llama su hijo? ¿Edmonton? Así se llamará el complejo". Y asi se llamó en un comienzo. Sigmundós Freudópolus le dijo que eso era normal, que todos los niños se enamoraban de sus madres, que a él también le había pasado. El rey pensó en su propia madre y no volvió a tocar a Yocasta. Pero también decidió regalar a su hijo al mejor postor. Perdón. Pastor. Así que se paró frente al castillo con su hijo sobre una mesa y un cartel que decía, όλα χίλια, es decir, todo a mil. Y a un pastor de ovejas que pasó, se lo vendió. El buen hombre llevaba una oveja y una gallina al hombro, ambas atadas por las patas, así que apenas le dieron el niño lo amarró tambien de las pezuñitas y se lo echó encima. El rey se quedó suspirando por la decisión que había tomado pero también preguntándose si no era que el campesino estaba mal de la vista.
El padre putativo del niño anduvo durante doce horas, una jornada laboral completa, y cuando se sintió abrumado con tanto peso a sus espaldas, decidió desamarrar a la oveja e ir tomándola de la mano mientras gallina y párvulo se balanceaban y entrechocaban y vomitaban alegremente en su espalda. Al llegar a su humilde rancha, los pies de la pobre criatura y los del niño estaban hinchados. La esposa apenas vio esto, tomo al niño y exclamó: ¿De donde salió esta... cosa? Parece un bebé. A lo que el hombre se mostró asombrado y le respondió que pensaba que le estaban vendiendo un salchichón cervecero. La mujer lo tomó de la cabuya y comenzó a darle vueltas por todos lados. Los pies del niño se habían hinchado tanto que lo hacían ver como un animalito de globito hecho por un payaso con parkinson. Le daba vueltas para un lado y otro y no veía dónde empezaba y dónde terminaba aquello. Hasta que le vio un lunar que decía: Este lado arriba. Y ahí supo que ésa era la cabeza. Lo desamarró, limpió el vómito, lo vistió y comenzó a pensar qué nombre le pondría. Ahí vio que el bebé, colgada al cuello, tenía una medalla de la virgen (una de las once mil) que por detrás decía “para Ed". Y como su esposo era de ascendencia china, de apellido Po, el niño se llamó Ed Po. Aunque algunos dicen que la familia en realidad había venido de Chile, pero ésta es una versión apócrifa. Cuentan que cuando Ed fue más grande fundó una ciudad, y la nombró como su madre, Lily Po. A los habitantes de dicha ciudad los llamaban lilipotienses.
En todo caso, con el tiempo al niño lo terminaron llamando Eddie Po. Aunque eso en griego sonaba demasiado parecido a “patinchao". Lo cual no distaba, por otro lado, de la forma como sus padres putativos lo habían conocido.
Y así creció el niño, viviendo esa vida bucólica y sencilla, entre pastores. Pero ocurrió que, de haber sido un patinchao, a medida que crecía se iba volviendo más un hinchapelotas. A las mujeres les desbarataba el tejido, en las noches le costaba dormirse así que se ponía a contar ovejas y al papá en la mañana le tocaba salir a buscarlas y volverlas a contar. La madre le dijo que debía hacer algún deporte y lo encontró jugando  al discóbolo con las gallinas. Ahí definitivamente le prohibieron la entrada a los corrales. No encontró mejor diversión que ir a medianoche al templo de Afrodita y hacerles el mohicano a las sacerdotisas mientras dormían, le hacía dreadlocks al hierofante en la cabeza y le esquilaba la barba, y a los niños les desprogramaba los nintendos. Llegó a ser tan odiado e irrespetado por su pueblo que un día lo declararon persona Unfollowed y le tocó irse. Para entonces ya tenía quince años.
Salió pues Ed con su mochila al hombro y el dolor en el pecho (además de un ojo morado que le dejaron de recuerdo) a caminar por los valles y los bosques, cuando una mañana, en medio del camino, se topó con un majestuoso, enorme animal. Mitológico. O en otras palabras, lo-que-podríamos-haber-extinguido-si-hubiera-existido. Una esfinge.
—Buenos días, viajero —le dijo solemne y su voz retumbó por millas a la redonda—. Si me contestas esta pre... ¿Eh? —se interrumpió la ancestral mujer al ver que el muchachito se estaba tratando de subir sobre su lomo—. ¿Qué haces, mocoso?
—¿Cuánto cobra por la hora?
—¿Cómo? —bufó el ser mitológico—. ¿Por quién me tomas?
—La hora de cabalgata —completó el muchacho, y seguía haciendo esfuerzos sobrenaturales por llegar a la cima de su lomo—. Nunca había visto un caballo tan grande. 
La esfinge lo tomó entre sus dientes con cuidado y lo puso frente a ella.
—Soy una esfinge, no un vulgar caballo —le dijo con el ceño fruncido —. Y sólo si contestas mi pregunta podrás pas... ¡Hey!
El niño se había acercado a su cara y le estaba jalando los bigotes.
—Qué dientes tan grandes tienes —le dijo asombrado.
—Creo que eso es de otro cuento, niño. ¿Pero me vas a responder la...? ¿Qué? ¿Qué estás mirando?
—Puedo ver dentro de tu nariz. Y creo que veo un moco.
La enorme esfinge se sentó sobre sus patas traseras y se rascó el hocico con una de las delanteras. Luego le acercó la cara.
—¿Ya?
—Ahora está en tu pata.
La esfinge se examinó y se lamió.
—Ahora sí, ponme cuidado muchachito.
—¿Nunca has sufrido de pulgas? —la volvió a interrumpir—. Apuesto a que son enormes.
La esfinge lo miró, sus ojos dos antorchas ardientes, posición de ataque, orejas hacia atrás, exposición de todos los dientes. Le resopló.
—¡Mocoso malcriado! ¡Cómo te atreves...!
El niño volteó la cabeza.
—Mira, ese camino parece llevar al mismo lado. Te vi —y salió corriendo. La esfinge rugió enfurecida pero cuando se le pasó la rabia, se dio cuenta de que había sido su error no hacerse en el cuello de la “Y" sino en una de sus divisiones. Así que colgó sus hábitos esfingiles y se enlistó en la escuela de grifos.
Así siguió caminando el joven, casi un día entero, hasta que se encontró subiendo una montaña. Era cada vez más escarpado el camino y de repente se encontró avanzando por un desfiladero. Era muy estrecho y sentía vértigo cuando miraba hacia abajo. De repente alzó la cabeza y se dio cuenta de que tenía en frente a un hombre mayor con ropas muy finas. A ambos les temblaban las piernas.
—Buenos días, joven. Mire, ésta es la situación. Yo necesito ir hacia allá —y señaló con la boca porque el desfiladero era tan estrecho que no permitía mucha gesticulación—. Soy el rey de este país y tengo un asunto muy importante que resolver. La única manera que tenemos para solucionar este impase es que usted se devuelva para que yo pueda pasar.
—No le aconsejo que pase. Vengo de allá y no se está perdiendo de nada. Hay una aldea de gente muy aburrida y regañona y un caballo muy grande que dijo llamarse dizque Extingue, que tiene mocos en la nariz y pulgas del tamaño de ovejas. Apuesto a que allá de donde usted viene hay cosas más interesantes qué hacer.
—Mire, niño. Mi hijo vive del otro lado de esta montaña y yo...
—Su hijo está bien, déjelo ser. No puede ser tan sobreprotector. Déjelo respirar, ¡por Zeus! Más bien nos vamos para allá y usted me presta su cédula para pedir unas cervezas —y lo empujó suavemente. El rey se resistió.
—No—dijo comenzando a impacientarse—. Debo decirle a mi hijo quién es y darle su derecho al trono.
—Sí —gruñó Eddie y aplicó un poco más de fuerza—. Yo quiero mucho una cerveza. Nadie me deja tomar cerveza en mi pueblo.
El suelo debajo de ellos comenzó a desmoronarse.
—Que no —insistio el rey—. Tengo que salvar mi matrimonio. Mi esposa me dijo que si no le devuelvo a su hijo voy a seguir durmiendo en el sofá.
—¡Quiero cerveza! —gritó el muchacho y zapateó. Un trozo grueso de roca se desprendió y cayó al vacío.
—¡Le ordeno que me deje pasar, o lo llevo preso! —dijo el hombre y zapateó más fuerte. Se desprendió un pedazo tan grande que él casi cae.
—Pues lléveme preso, con eso le toca devolverse de una vez —zapateó el adolescente. Al hacerlo casi se queda sin piso y le tocó avanzar.
—¿Ve lo que acaba de hacer? —vociferó el rey forzado a retroceder y tratando de no perder el equilibrio en la maniobra—. Me dejó sin posibilidades de seguir. Va a tocar devolveeee... —todo el pedazo de piso que lo sostenía se desprendió y se lo llevó abismo abajo. Ed tuvo que dar un salto descomunal hacia adelante porque todo el desfiladero se empezó a derrumbar a sus espaldas estilo Indiana Jones. Arrancó a correr llorando, temiendo por su vida y por su suerte.
—Al menos me hubiera dejado su cédula, viejo hijodeputa.
Todo polvoriento y cansado, logró descender hasta el pie de la montaña, y a la sombra de un árbol se acurrucó y lloró. De repente, su destino vino volando hacia él y lo golpeó en la cara. Sí. La sección del periódico llamada Su Destino. “Leo, matarás a tu padre y te casarás...". Dio vuelta a la hoja y vio que se trataba de los clasificados. Pensando que habría algún trabajo para él, se puso a leerlos. Hasta que vio: Mujer madura, dueña de todos los acres de la comarca, viudita y a la orden, busca joven soltero para relación estable y ver juntos el atardecer. Supuso que era la esposa del hombre a quien había visto suicidarse por accidente y occisarse. Pensó que los chismes vuelan, que él le haría y partió. Pensó que ella por fin iba a invitarlo a una cerveza. Encontró un arroyo, se bañó en él, luego buscó un Only, compró ropas nuevas y partió. Preguntando preguntando le respondieron mil veces: ¿Acaso está ciego? ¿Con lo grande que es el castillo y todavía no lo ve?
Al fin llegó, tocó el timbre y salió una mucama a abrirle.
—Vengo por el anuncio —le dijo, y ella, callada, lo llevó donde estaban las herramientas de jardinería. El joven se sintió confundido.
—Ah, es que a la reina le gustan los fetiches —dijo al fin. Ahora fue la mucama quien se sintió confundida.
—¿No venía por el anuncio de “se busca jardinero"?
—No, vengo por el “otro” anuncio, if you  know what I mean —y le guiñó el ojo.
La mucama lo llevó a la cocina.
—Ah, a la reina le gusta —y el mismo se interrumpió—. Déjeme adivinar. ¿También necesitan cocinero? —preguntó el joven.
—Sí, disculpe. Va a tener que ser más especifico. La reina está renovando personal y...
—Vengo por este anuncio —y le mostró el pedazo de periódico. La mucama pareció sonrojarse un momento.
—Aahhh... Oohh... Oh —concluyó, cada vez más perturbada, y lo condujo a la sala de espera. Le pasó una revista para que leyera y le pasó un turno. La música de Ray Coniff sonaba en los altavoces, luego sonó una de Richard Clayderman seguida por... Lo despertó un coro marcial de trompetas. Entraba la reina con... Ah, verdad que estamos en Grecia. ¿Nada de crinolinas, de corsés, de tafetán ni de canutillos? ¿No? Bueno. Venía dando saltitos en una túnica. Se le daba esto de dar saltitos. Se miraron y ella sin duda sintió algo raro. Pensó que era Cupido que la había flechado. Luego se dijo que esa punzada que le vino estaba muy abajo para ser obra de Cupido. Se respondió que claro, que si Cupido andaba a ciegas no tenía por qué tener puntería.  Entonces se preguntó si no era más bien su colon irritable o su SPM (síndrome pre menopáusico) pero después se dio cuenta de que el muchachito que tenía al frente se parecía mucho a su difunto esposo. (Siguiendo con el SPM, ella tenía 25 años para entonces pero hay que recordar que la expectativa de vida en esa época era mucho más baja y todo llegaba más pronto, y por si acaso, la jubilación también). Pensó en invitarlo a un milo caliente con galletas porque lo vio muy chiqui, pero él fue muy claro en que quería una cerveza (por si están haciendo cuentas, sí, lo había tenido a los 10, en esa época era normal). Así que le cumplió el deseo. Se enamoró de su energía, de su sencillez y le pareció kiut que fuera tan travieso y tan impertinente. Sobre todo, ignoró que la soledad es mala consejera y que su SPM la tenía muy hormonal, y en una semana se casó con él. Él no estuvo muy convencido. Las crisis de calor y de histeria no le cayeron muy en gracia. Y cuando le dijo que sólo quería verla bailar y meterle billetes de a mil entre el calzón para luego retozar un rato entre las sábanas, ella le dijo que a los menores de edad no les dejaban hacer eso, que la única manera era casándose con un adulto responsable. Que además, a ella le dijo que le parecía importante llegar virgen al matrimonio. El joven doncel no cayó en cuenta de que la cougar queen se estaba refiriendo a la virginidad de él, se compadeció por la crueldad del antiguo rey de dejar madurar a su mujer sin haberle hecho el favorcito nunca, y se sintió compasivo y paciente. Así pues, se casaron con bombos y platillos, y con muchos esclavos abanicándola para ayudarla con esos calores, y la primera noche hubo mucha sangre, que él pensó que era de ella y no le importó su propio dolor ni su hinchazón y quedó contento con su rol de amante.
Dos hijos después y varias idas a urgencias por peleas domésticas, la historia cuenta que nuestro Ed, ya más adulto y menos fastidioso, se da cuenta de que su esposa es en realidad su propia madre y se saca los ojos. Pero fue en realidad así: ella se quedó mirando una mañana la flamante nalga de su amante esposo, el lunar en forma del perfil de Hitchcock (por supuesto que no sabían quién era ese tipo porque no había nacido, pero lo llamaban el lunar Hitchcock y era propio de toda la familia real de Tebas por parte de madre), y por primera vez en toda su relación, la reina se puso los lentes. Ahí lo comparó con su propio lunar y exclamó, emocionada, asqueada: ¡Hijo! ¡Hijo mío! Él se volteó boca arriba y respondió: ¿De modo que no eras virgen? Y en esa discusión irreconciliable decidieron pedirse el divorcio, motivos incesto y desfloración previa. Y he aquí que entre los honorarios de su propio abogado y las demandas del abogado de su esposa-madre, a Eddie Po le arrancaron un ojo de la cara y luego el otro. Y así nuestro Ed quedó vagando, sin reino, sin ojos, sin plata, estudiando derecho y braille en una universidad pública, obsesionado por hacerle un estudio de ADN a cada mujer con quien salía y por verle la nalga a todas en la primera cita (tocarle... hacerse describir...). Así se quedó, señalado como un pervertido por todas las mujeres, segregado como un paria, soñando con que los habitantes del pueblo de su infancia le dieran #FF de nuevo, y una tarde mientras lloraba al pie de un árbol llegó volando una esfinge con máster en grifo y se lo comió.