lunes, 30 de marzo de 2015

DE REINADOS Y OTROS AFRODISIACOS



Hace unos días de madrugada, ya entre el sueño y la vigilia, me preguntaba el por qué de los parámetros que tienen los reinados de belleza. Por ejemplo, comencemos por la estatura. ¿Para qué necesitan gigantes? ¿Acaso existe un ejército secreto compuesto sólo de gigantescas bellezas que nos va a defender en caso de un ataque de... hombres que no han tocado una mujer en años? Son mujeres 90-60-90, 1,80 de estatura, jóvenes, con talentos totalmente desperdiciados. Es como las aletas de tiburón, que las quitan por sus poderes afrodisiacos y desechan todo el resto del animal. A las reinas las evalúan por la tonicidad muscular, la firmeza de su piel, que sepan usar las dos piernas y más aún, que puedan caminar en zancos, porque eso es lo que son esos tacones en que las obligan a subir a las pobres muchachas. Les evalúan la posición de la nariz en la cara, si las nalgas están en su sitio (¿Hay alguna nalga que pueda estar en el sitio incorrecto?)... nunca les preguntan a las concursantes, hey, ¿a quién prefieres, a tú mamá o a tu papá? ¿Cómo te llevas con tus hermanos? ¿Qué materia te gusta más de tu carrera? ¿A qué le temes más? No. Mucho menos, ¿en qué piensas especializarte? ¿En dónde te gustaría hacer un postgrado? Al tiburón no le preguntan cosas personales antes de mutilarlo y dejarlo morir en las profundidades del mar. A estas niñas, en cambio, niñas de 17, 18, 23 años, después de someterlas a caminatas y caminatas y más caminatas como a caballos de feria o como a esclavos de antaño (aunque ahora no se acercan a mirarles los dientes, ésos han resuelto dejárselos en paz) las someten a una pregunta crucial que decidirá quién gana y quién se va para su casa a poner los pies en aguasal. La pregunta en sí es absurda: Interprete esta frase de Confucio. Diga cuál es la mujer que más admira. Si tuviera que irse a una isla... Hable de la situación política de su país. Pero lo más absurdo es la expectativa que tienen respecto de la respuesta a esa pregunta. Quieren a un Noam Chomsky, a un Confucio, a un Ferdinand de Saussure, a un Roland Barthes, a un Winston Churcill. ¡Por todos los dioses! Yo a mis 18 años no podría abarcar los aspectos de la política de mi país, ni podría entender a cabalidad a Confucio. Yo a esa edad, si me tocara exponerme en paños menores frente a la población mundial, y luego encontrarme ante una pregunta de esa índole, sólo habría atinado a decir: "eehhmmm... hombre con hombre, mujer con mujer...".
Pretenden que admiren a la Madre Teresa de Calcuta o a la Dama de Hierro. La seguidora de una monja no se pone frente a millones de personas a caminar en calzones y tacos altos para que le hagan una tasación lípida y ósea. La seguidora de una mujer de la política prefiere hacer que otros sean quienes caminen en calzones frente a millones de espectadores. Quien entiende las frases de Confucio no ve reinados en la TV. No tiene TV. Vive en un lamasterio en el Tíbet. No lo tomen a mal, soy mujer, me encanta que me miren, pero no que me midan.

Los reinados son afrodisiacos. Escenografían todo para que imaginemos que existe una playa idílica por donde sólo caminan beldades sonrientes y bien educadas que podrán parecerse a estatuas griegas, si pensamos que una estatua griega después de miles de años de estar en un pedestal sin comer, seguramente perderá varios kilos. Pero camuflan ese morbo lujurioso tras el velo de esas preguntas inapropiadas e impersonales. Ahora, si buscáramos a una mujer que representara a nuestros países ante el mundo, no elegiríamos "escuintlas" que apenas sí saben dónde están paradas. Que son para hacer obras sociales, ¿no era para eso que estaba la primera Dama? Que para promover el turismo de su país, ¿acaso el resto de mujeres de ese país es tan horripilante y desagradable que espanta a los visitantes? Que porque los vestidos, los diseñadores, alguien que me diga sinceramente si usaría un vestido así para una comida. En serio, es mucho entrenamiento físico en cuerpos perfectamente buenos como para dejarlos perder así.


Claro, está lo otro. La belleza. ¿A quién no le gusta ver una mujer bonita? Esto me lleva a otra gran pregunta: ¿Qué es una mujer bonita? Para algunos las misses podrán ser su ideal de belleza. Pero hay pueblos del África para los que las bizcas se llevaban todos los galanes. Para los beduinos, quienes tengan estrías son las más apetecibles. Para otros, las mujeres de caderas anchas les colman las más pornográficas fantasías. En el Renacimiento, sin ir muy lejos y contrario a lo que podría pensarse, lo sexy era tener la frente ancha, las pupilas dilatadas, los dientes pequeños y separados. Nadie tiene por qué decirnos quién es bonito y quién no. No habitamos un museo obsesionado por proporciones exactas e irrebatibles. La realidad es plural. Habitamos un mundo desigual y eso es lo que lo hace interesante. No estamos aquí para seguir modelos (en sus dos acepciones). Alguien descubrió hace siglos nuestro papel en este mundo. Estaba escrito en el oráculo de Delfos y lo han repetido mucho: Conócete a ti mismo. Quizá es eso lo que han aportado los realities. Aunque una vez alguien dijo que la gente cambia cuando está frente a una cámara, por lo menos se trata de gente real, a quien no le interesa decir la frase correcta ni posar de santo. El día en que se diga después de un reinado, “qué bien, este año ganó la luchadora. Va a entrenar mujeres guerreras para el ejército de tal país” o “que bueno, Fulanita, la bióloga, va a poder cumplir su sueño de ir a clasificar monos en Centroamérica” ese día volveré a creer en la humanidad. Mientras tanto sólo seguiré viendo como caen los tiburones, mutilados, al fondo del mar.

lunes, 16 de marzo de 2015

EXILIO DEL MONSTRUO DE LOS TEJADOS



Cuando tenía 9 años me mudé a una casa en la calle 73 con carrera 9a. Había sido la casa de mis abuelos por allá en los años 40, antes de que mi abuelo entregara su cargo y se fuera del país. Quizá fue allí donde retornaron después de la caída de Rojas Pinilla en el 57. Era una casa amplia, de tres pisos, en una zona arborizada y residencial.
Cuando tenía 9 años me fui de la casa de Teusaquillo, la casa que mi abuelo construyó en los años 30, una casa colonial, con patio interior, buhardilla escondida detrás de un clóset y fantasmas. Le eché la bendición antes de partir y esa misma noche, la casa se inundó y dañó los estuches de los vinilos de mi mamá y muchos de sus libros. La casa, yo y los fantasmas que me le llevé teníamos un vínculo especial. Como la señora de la pañoleta que me acompañaba siempre que bajaba las escaleras en la noche, a quien se podía ver por el rabillo del ojo si se hacía con atención.
La casa de la 73 venía con sus propios fantasmas y sus propios monstruos. En las noches, los hongos de los árboles de la calle se volvían fosforescentes y se asomaban por las ventanas como cientos de ojos. Esta casa tenía una buhardilla también, pero no estaba escondida detrás de un closet sino que era amplia y accesible. Me gustaba a veces dormir en ella y dejarme desvelar por esos ojos anaranjados como ojos de pez, dejarme escudriñar el miedo.
En el entretecho de esa casa habitaban colonias de palomas que me despertaban con su currucutú todas las mañanas. Colonias de palomas que atraían colonias de moscas inimaginables. Las bauticé según su apariencia: la mosca araña, la mosca polilla, la mosca rana. Y la mosca indestructible, una mosca que usted podía golpear mil veces y no moría. Incluso saqué dotes de científica en aquellos años para inventar un veneno que acabara con todas las moscas, pero sólo acabé con las existencias del botiquín de mi mamá y de la despensa. Como algunos ingredientes recuerdo la calamina, el mentolato y el aceite de cocina. Las moscas no murieron. En cambio, la casa se llenó de un olor nauseabundo y el veneno tuvo que ser echado por el inodoro, muy a pesar mío. Juro que estaba a punto de llegar a alguna parte.
En esa buhardilla tenía mi casa de muñecas que me sirvieron para planear asesinatos, invasiones alienígenas, misterios policiacos, conflictos sicológicos intrafamiliares. En esa buhardilla leí La cabaña del tío Tom, las aventuras de Tom Sawyer y La historia interminable.
El recuerdo más curioso, sin embargo, pertenece a mi cuarto. Mi cuarto conectaba el mundo de los vivos con el mundo de los muertos, la realidad con los sueños, la lógica con lo inexplicable. Varias noches desperté sobresaltada sintiendo que alguien caminaba sobre mí en la cama. Varias veces vi seres oscuros, desgreñados y sin rostro haciendo bailes frenéticos a mi alrededor. Desde mi ventana, que daba a los tejados de la cuadra y nunca tuvo cortinas, una mañana me asomé y vi, en el tejado, no muy lejos de mi cuarto, un cráneo animal. Al llegar al colegio se lo conté a mi amiga. Varias veces habíamos hablado de salirnos por mi ventana y explorar los tejados como espías o ladrones o gatos. Pero ante esa circunstancia, la excursión se hizo perentoria. Esa tarde fue a mi casa. No exploramos los tejados, sólo caminamos hasta ese punto. Ahí seguía. A un par de metros de mi ventana. Muy engrasado, muy sin carne y muy privado del resto de su cuerpo. Era una cabeza de marrano. Recuerdo que nos tomamos fotos con ella, se la mostramos a mi mamá y hasta consideramos conservarla como reliquia de nuestras excursiones. Pero luego nos dio miedo que una maldicion fuera a caer sobre nosotros y la dejamos donde la encontramos. Imaginamos que podía pertenecer a algún hechicero que había ido a espiarme mientras dormía y que había olvidado ahí ese cráneo. Quizá lo necesitaría para hacer alguna pócima. Nunca le preguntamos a los vecinos si acaso pertenecía a ellos. Temíamos que nos privaran del derecho de imaginar. Imaginar a un borracho desquitándose con una lechona nunca sería comparable con la posibilidad de pensar que un hechicero me espiaba en las noches antes de irse a hacer sus pócimas a la luz de la luna.
Tenía 9 años cuando me pasé a esa casa. Tenía 13 cuando me fui de ahí. Ahora que tengo casi 40 he venido a la casa que fue mi vecina, que es ahora un Crepes & Waffles. La que fue mi casa también es hoy un restaurante. La fachada de mi casa y de las dos adyacentes se conserva. El color cálido del ladrillo. Los techos en punta. Las ventanas de las buhardillas. Los dinteles curvos. Incluso los árboles que tanto me fascinaban y me aterraban. Pero hoy los fantasmas, los vórtex interdimensionales, el silencio en que creé fórmulas nauseabundas, las palomas y sus pestes de moscas que tanto nutrieron mis pesadillas y mis primeros cuentos, todo eso ha sido desterrado de mi antiguo barrio. Como las abejas que ahora hacen sus panales en cualquier arbusto porque sus bosques han sido talados, los seres de sombras andan perambulando por la ciudad. Los edificios con olor a nuevo les producen incertidumbre. Las palomas, las abejas y los monstruos inframundanos se pelean las últimas casas habitadas que van quedando en pie.  


miércoles, 4 de marzo de 2015

Bienvenidos a Gore Místico


No hay nada nuevo bajo el sol, es la frase que se atribuye a Salomón. Entonces... ¿para qué escribir?

La cosa es que, aunque todo ya se ha escrito, todo está por escribirse.

Los temas de la literatura siempre han sido cuatro: El amor, la muerte, el hombre, el ser. El amor o el placer, la muerte o la agonía, el hombre o los hombres (la cultura), el ser o el alma. Y realmente de ahí salen todos los géneros y las combinaciones posibles.
El segundo tema es que tampoco se escribe porque todo esté por escribirse. Por supuesto sí es un reto enfrentar esos mismos temas de siempre bajo una luz distinta: la cultura, la siquis, la experiencia, la edad, el género, la época. Pero aún así eso no es lo que lo mueve a uno a escribir.

En mis tiempos de docencia les decía a mis estudiantes que la escritura se hacía desde tres zonas del cuerpo y en el siguiente orden indefectible e invariable: Las vísceras, el corazón y la cabeza. Toda creación nace de una urgencia. Una emoción imparable y abrumadora: la ira, el deseo, el dolor. Emociones de nuestro cerebro límbico. Volcánico. Animal. Ahí se depura esa urgencia en el corazón, porque la emoción pura es destructiva. Es un carbón ardiente. El corazón nos dota de una maternalidad que lleva a esa emoción a desear ser más que emoción, a ser arte. Y por último, al llegar a la cabeza, vincula esa urgencia originaria a las reglas del lenguaje, la sintaxis, la gramática, el ritmo, la estructura.
Pero volvamos a la urgencia. Esa primera chispa. Se escribe porque no se es capaz de apagar esa urgencia, llanamente por eso. Cuando nos posee esa urgencia, no importa si esa imagen, esa frase, o a veces, esa sensación olfativa, le va a gustar a los amigos o a la familia.

Simplemente hay que tomar el lápiz, el bolígrafo, el celular, y hay que escribirla.

Yo escribo porque no sé hacer nada más. Porque desde que me vino la primera urgencia, mi mente se obsesionó por depurarse, por pulirse, por volverse un recipiente para recibir la emoción que se ha de volver sentimiento y después frase y párrafo.Ya una vez hecha la trampa, es decir, el libro, ahí sí viene el llanto y el crujir de dientes. Ahí uno se enfrenta con los editoriales, con los críticos,... con los lectores. Con la cultura. Con su cultura. Ahí está la diferencia entre creerse escritor y ser escritor. A veces uno se cree escritor y luego a nadie le gusta lo que uno escribe. A veces uno ya ha sido excretado por los gusanos, y deglutido y vuelto a excretar por ellos varias veces antes de ser considerado un escritor. A veces uno ha sido escritor siempre pero nadie nunca lo va a saber. Es como el famoso koan que dice que si un árbol cae en medio del bosque y no hay nadie para verlo, ¿ese árbol realmente cayó?

La escritura es una apuesta con el vacío. Es quizá uno de los más ilusos oficios. Nunca sabes qué vas a recibir a cambio.

... pero no por eso deja de ser una urgencia.

Se me ocurre pensar que quizá la escritura sea como el amor, una psicosis: nunca sabes si serás correspondido, nunca sabes si amas a la persona correcta, no sabes cuánto durará tu relación si la logras tener, pero no por eso puedes dejar de amar.

Este blog pretende conectar la urgencia sicótica de escribir con la urgencia sicótica de leer. Porque hay que añadir que el del lector también es un oficio ingrato. No ganas dinero por leer (salvo en algunos casos) y conozco gente que al contrario se ha muerto literalmente por hacerlo.

Por preferir los libros a la comida. Porque la lectura no alimenta el cuerpo, no te hace rico en el mundo físico. Te hace riquísimo en el alma. Pero lamentablemente el alma es un bien que no tiene ningún valor bursátil. Lamentablemente y afortunadamente.
Está claro que este blog no dará nada útil. Que creará en cambio preguntas inútiles, ideas inútiles, pensamientos inútiles. Pero lo que es inútil para el cuerpo es valioso para el alma (paradójicamente lo que hoy es inútil para el cuerpo pero valioso para el alma, resulta siendo útil a la sociedad pero a un largo plazo. Le llaman humanismo a eso, es una palabra fósil así que excúsenme por usarla). Supongo que cuando se lee se debe hacer esta elección, a menos que se esté leyendo "las cien claves para ser rico", "las cincuenta formas de ser exitoso", "las diez cosas que debe saber un emprendedor" o Paulo Coelho. En este caso, amigos, es probable que caminen por una senda muy alejada de la literatura y me temo que los hayamos perdido para siempre. Nosotros no, pero sí su alma.
Para leer hay que tener a mano el alma y un lápiz. Porque el que lee sin rayar, no está leyendo. Bueno... en este blog no podrán rayar pero sí hacer copypaste (no olviden hacer copypaste con el copyright debido).
Y por supuesto, si usted es une lectore (para no caer en discusiones de género ni poner la arroba que me parece más escatológica que práctica) que lee para nutrir su propia urgencia de escribir, más bienvenide aún.

El nombre de este blog es Gore Místico. Encontrarán aquí unas cuantas crónicas caníbales. Caníbales en varias acepciones de la palabra, como lo verán. Algunas veces serán más esquizoides que caníbales, pero eso ya lo deciden ustedes. Se encontrarán por lo tanto con un potpourri (una olla podrida, por supuesto) de poemas, artículos, cuentos, sobre temas variopintos.

Así pues, ya que por ahora no queda nada que decir (queda mucho pero prefiero callar un rato), te doy la bienvenida, querido lector (lectore), a este inútil blog.